Brujería para chicas descarriadas

Brujería para chicas descarriadas, de Grady Hendrix, es una historia dura, emotiva y profundamente humana, ambientada en Florida, 1971. La protagonista, Fern, es una adolescente que, tras quedarse embarazada, es enviada a una institución donde las familias ocultan a sus hijas hasta que dan a luz y entregan a sus bebés en secreto. La rutina allí es monótona, asfixiante, y las chicas viven bajo un control férreo, reducidas al silencio.

Todo cambia cuando Fern encuentra un libro de brujería «escondido» (más bien se lo entregan, no sin consecuencias) en una biblioteca ambulante. Lo que comienza como un juego para escapar del tedio y resistirse al sistema que las quiere invisibles, se convierte en una revolución mágica y femenina, una forma de recuperar poder en un entorno diseñado para arrebatarles cualquier decisión. Pero la brujería, como la maternidad forzada, tiene un precio, y el libro no tarda en recordárselo.

Mi experiencia con esta lectura ha sido intensa. Largo, sí, con una trama que podría haber sido más breve, pero… wow. Sentimientos a flor de piel desde la primera página. Es un libro que duele, que emociona y que deja una marca. Hay escenas especialmente durass, en particular las de parto, que tuve que pasar por encima porque resultan demasiado visuales y desgarradoras. Es una de esas historias que te hacen querer tener hijos y no tenerlos al mismo tiempo, porque retrata con tanta crudeza el sufrimiento, la culpa y la pérdida, que resulta imposible salir indemne.

El componente de brujería está tratado con medida y realismo, suficiente para que aporte un aire místico sin alejarse del tono verosímil. Y lo que más me ha conmovido ha sido la relación entre las chicas, la sororidad que surge entre ellas, y la forma en que Fern afronta su salud mental. Logré empatizar profundamente con su dolor, su rebeldía y su deseo de recuperar el control sobre su propia vida.

Es, pues, una historia cruda, mágica y necesaria, que mezcla horror, ternura y venganza con una voz femenina poderosa. Puede ser dura de leer, pero su mensaje es inolvidable.