El ciclo del roble y el acebo

El ciclo del roble y el acebo arranca con una premisa potente: los monstruos existen y llevan siglos ocultos entre los humanos, hasta que hace trece años su presencia salió a la luz. La guerra entre vampiros, hombres lobo, brujas y otras criaturas fue brutal, hasta que se alcanzó una frágil tregua. Pero esa paz peligra cuando Kierse, una joven ladrona, entra en una mansión de Nueva York y rompe el equilibrio sin darse cuenta. Para evitar un nuevo conflicto entre monstruos, deberá robar algo muy especial para el dueño de la casa: un ser inmortal, poderoso, aterrador e irresistible, que lleva siglos moviendo las piezas de un juego peligroso.

La idea suena fascinante, con tintes oscuros y promesa de romance sobrenatural. Sin embargo, la ejecución me ha dejado bastante fría. El libro se me ha hecho realmente pesado y lleno de incoherencias en la trama. El romance, que se presenta como un posible enemies to lovers, se ve venir desde el primer momento y carece de verdadera tensión. Además, el protagonista masculino resulta demasiado complaciente, demasiado conveniente para la trama, lo que resta fuerza al conflicto.

A nivel de construcción de mundo, también me encontré con situaciones poco creíbles: los personajes se mueven por lugares que se supone son inaccesibles, pero entran y salen sin dificultad, rompiendo la lógica interna del relato. Y lo más decepcionante: no hubo giros inesperados ni plot twists que me sorprendieran, cuando precisamente era lo que esperaba de una historia con tantos ingredientes atractivos.

Me da pena haberme encontrado con una premisa prometedora que no ha terminado de cuajar. Tenía todos los elementos para ser un relato adictivo y oscuro, pero en mi experiencia ha sido un “no”.